Jason Thompson es el Director Ejecutivo del ministerio Portland Fellowship en USA y nos cuenta como Dios le restauró de sus luchas contra la homosexualidad
Trate de esconder las inseguridades emocionales que me generaban atracción hacia los hombres. Me preguntaba si en realidad Dios tenía interés en mí,Tenía 14 años cuando me senté a leer la Biblia en casa de mis abuelos. Había sido criado en un ambiente cristiano porque mi padre era ministro episcopal y por ello que me eran familiares muchas de las historias bíblicas. Pero ese día necesitaba desesperadamente conocer lo que decía Dios respecto a la homosexualidad. Después de mi lectura, entendí claramente que Dios consideraba la homosexualidad como pecado (ver Romanos 1:26 y Levítico 18:22). Descubrir esto me produjo más confusión que la que ya tenía.
No hacía mucho tiempo que había tenido un sueño en el cual estaba involucrado en un comportamiento homosexual. Me desperté con temor y confusión. Después de esto me di cuenta que quería mantenerme físicamente más cerca de mis compañeros masculinos y que este deseo crecía cada vez más. No sabía de donde venían estos deseos pero lo que sí era cierto es que no me gustaban. También sabía que debía mantener esto en secreto. Oraba a Dios fervientemente para que se llevara esos deseos pero lamentablemente no desaparecieron. Me hacía la pregunta “¿Por qué Dios no atiende a mi oración?” y me cuestionaba si en realidad yo le importaba.
La escuela secundaria me trajo aun más confusión. Por la inseguridad de mi identidad buscaba mantenerme emocionalmente cercano a otros chicos y deseaba una conexión física. Un amigo mío y yo practicamos un encuentro sexual y esta experiencia satisfizo en cierta forma la curiosidad engendrada durante mis fantasías. Continuaba orando por mi lucha pero Dios me quitaba la atracción que sentía hacia personas de mí mismo sexo.
En mi último año de bachillerato, me llené de coraje y me decidí buscar ayuda. Encontré un número telefónico de consejería para adolescentes. Después de explicarle con mucho nerviosismo mi historia a la mujer que atendió el teléfono me dijo: “La persona que trabaja con homosexuales está aquí los viernes”.
Frustradamente colgué el teléfono y me monté en mi moto roja Honda Elite. En mi correr por las calles del sur de Portland lo que sentía rabia y estaba sin esperanzas. Llegué inclusive a pensar chocar fuertemente algún vehículo estacionado y de esta manera me suicidaría, pero Dios me detuvo y calmó mi corazón.
Durante otoño de 1990 tenía una “novia” que asistía a la iglesia de mis padres. Comenzamos a salir juntos y pretendía estar interesado en ella, pero mis sentimientos confusos comenzaron a ser notorios a las personas que me conocían.
En una conversación que sostuve con ella le confié mis luchas homosexuales. Fue asombroso saber que ella tenía palabras de esperanzas. Me dio el número de la Fraternidad de Portland (Portland Felowship – PF) un ministerio local de Exodus. Con nerviosismo realicé la llamada que cambiaría mi vida.
Phil Hobizal el Director de PF contestó el teléfono. Inmediatamente después de escuchar mi problema me dio aliento y me dijo que podía ayudarme. Phil me comentó que el cambio era posible y concertamos una cita para la semana siguiente. Sus palabras fueron las mejores noticias que jamás hubiese escuchado.
Saliendo del Armario
Unos días más tarde, aun en mi emoción me acerqué a mi madre y la intimidé con estas palabras: “Hay algo que quiero comentarte y es que tengo problemas porque lucho contra tendencias homosexuales”. Inmediatamente me detuvo y me dijo: “Espera un momento, tu padre tiene que escuchar lo que me estas diciendo”.
Traté de detenerla porque creí que no podía contarle mi secreto a mi papá. Siempre me sentí muy distanciado de él. Aunque compartía con mi mamá mis pensamientos y mis sentimientos nunca sentí esta libertad con mi padre.
Mientras ella salió a buscarlo me puse muy nervios. Les dije que luchaba contra deseos homosexuales pero que no deseaba ser gay. Además les comenté la esperanza que había recibido en Portland Felowship.
Salí de la casa sintiendo una libertad que no había experimentado jamás. El peso del secreto que mantuve por años comenzó a evaporarse. Un poco más tarde supe que mis padres se pasaron esa noche conversando, llorando y orando.
La mañana siguiente fui a la Iglesia y después del servicio mi padre me llevó afuera. Me dijo que en todos los años de su ministerio había conocido mucha gente con problemas muy serios, pero que jamás había visto a alguien que había enfrentado su problema de una manera tan diligente como yo. Me expresó que jamás había sentido tanto orgullo por mí hasta ese día. Esas palabras fueron una bendición y un consuelo.
Mi primer año dentro del ministerio PF fue difícil. En las reuniones que teníamos los martes por la noche aprendí cuáles eran las raíces de mis deseos homosexuales, el plan de perdón de Dios y la libertad de la lucha homosexual. Sin embargo, ocasionalmente durante los fines de semana me subía a mi motocicleta y me dirigía al centro de la ciudad para ver que era lo que estaba a disposición en la comunidad gay con la esperanza de encontrar a alguien o a algo que pudiese llenar el vacío en mis necesidades emocionales.
La pornografía tenía gran poder en mi vida, y era una barrera para madurar todo lo que estaba aprendiendo de Dios. Me llevó todo un año participando en las reuniones de PF antes que me diese cuenta que no podría nadar en dos aguas: No podía seguir a Dios y mantener la esperanza de satisfacer mis necesidades homosexuales.
Asistía a una universidad bíblica en ese entonces. Vivía en el campo universitario y comencé a compartir mis luchas con algunos compañeros. Esto fue un gran riesgo ya que casi nadie sabía como manejar esta situación, sin embargo no sentí rechazo alguno. Es más uno de los primeros muchachos a los que le compartí mi problema se hizo uno de mis mejores amigos.
Dios me había escuchado y estaba contestando mis oraciones. Su deseo no fue llevarse todos mis problemas sino de brindarme consuelo y apoyo dentro del Cuerpo de Cristo. Fue mediante mi apertura y el poder compartir mis luchas como comencé a experimentar que mis necesidades se iban llenando.
Me hice líder de un pequeño grupo en PF y continué caminando sometido a Dios. De repente pude notar que lo que impulsaba mi deseo era una intensa necesidades emocionales por tener buenas amistades masculinas. Mis deseos homosexuales empezaron a desaparecer poco a poco en la medida que desarraba amistades masculinas positivas.
Uno de los pasos más grandes que hice en mi proceso de cambio ocurrió una noche con mi papá. Habíamos apartado un tiempo para cenar juntos y conversar lo que teníamos dentro de nuestro corazón. Esa noche fue la primera vez en la que compartimos los asuntos más personales de nuestras vidas. Comencé a sentir una nueva conexión con él y empezaron a desaparecer las dudas que tenía con respecto a nuestra relación.
Comienzo en el ministerio
En Enero de 1994 ingresé al staff de PF. Deseaba tener la oportunidad de decirle a la gente que el cambio era posible y alcanzar a los adolescentes y compartirles la buena noticia que existe libertad para las vidas dominadas por el pecado sexual.
Continué madurando en los años siguientes, trabajando en el ministerio y atendiendo a las clases para obtener mi título en mis estudios bíblicos. Un día mientras conversaba con unos amigos en la cafetería de la universidad, mis ojos contemplaron a una hermosa muchacha que estaba en una mesa contigua. Su sonrisa y su simpatía cautivaron mi atención. Con el ánimo fomentado por mis amigos me atreví a pedirle que saliésemos juntos. Poco a poco se fue convirtiendo realmente en mi primera novia.
Amy sabia algo acerca de mi homosexualidad, pero debido a que ella conocerme mejor y saber lo que había experimentado, participó en el programa de ochos meses en Portland Fellowship.
Exactamente un año después de nuestra primera cita, la llevé a las cataratas de Multnomah, un sito muy famoso en mi localidad y donde mi papá se le declaró a mi mamá. Me postré en una rodilla y le pedía a Amy que fuese mi esposa. Ella me cautivó de tal manera que casi dejé caer el anillo de compromiso en las cataratas. Me alegra el hecho que me hubiese aceptado.
Tuvimos una hermosa ceremonia de matrimonio el 15 de Marzo de 1997 a la que asistieron nuestros seres queridos y amigos cercanos. Pasamos una hermosa luna de miel de Puerto Vallarta en México y desde entonces hemos disfrutado de nuestro matrimonio.
Jesucristo es verdaderamente un Dios de misericordia y de gracia. Puede parecer extraño pero ahora le agradezco haber experimentados esas luchas homosexuales. Al habérselas entregado a Dios, le di el permiso para moldearme y transformarme en el hombre que soy hoy en día. Le doy las gracias por haberme escogido para alcanzar a las personas quebrantadas, le doy las gracias de haber suplido los deseos de mi corazón. En El no hay secretos. Verdaderamente Él es un Dios Todopoderoso.